#SoñamosAmarillo es el hastag oficial del @GranCanariaCB. Amarillo, el color y el sentimiento. Amarillas son las Dunas de Maspalomas y las arenas de sus playas y amarilla es la fiebre del baloncesto en la isla.
De amarillo se vistió el Gran Canaria Arena para vivir una noche histórica. El conjunto canarión se ha plantado en la final continental realizando un torneo para enmarcar. Una sola derrota en el arduo trayecto que les ha llevado a la puerta del infinito, donde solo el todopoderoso Khimki queda como escollo en el camino hacia la gloria.
Con 13 puntos de renta traídos de Kazán, la empresa era más que factible. En los aledaños del pabellón el optimismo era generalizado. Solo una debacle dejaría al equipo canario fuera del último round. Los aficionados lo sabían. Los jugadores de ambos equipos lo sabían. Ganar de 14, fuera, en el partido de vuelta, una quimera para cualquier conjunto foráneo. Y no, no destilaba aroma a excepción que confirmara la regla.
Aún sin lleno, un recibimiento atronador llenaría de adrenalina los cuerpos de los locales. El ambiente era un mensaje claro a los rusos: “os vais a volver con las manos vacías”
Arrancaba un primer cuarto de tanteo entre ambos equipos. White y Bykov se encargarían de la ofensiva verde, mientras que el Granca se sostenía a partir de un juego coral ordenado. 22-21 para los de casa llegado el primer parón y a los 40 minutos de resistencia se le habían restado 10. Otro paso. Solo ver cojear a Baez rumbo a vestuarios creaba una mínima inquietud.
En el segundo cuarto surgió la figura del, para mí, hombre del partido. Levon Kendall emergería desde el banco para taladrar el aro visitante y crear las dudas en la defensa rusa. No salir era concederle un tiro fácil. Hacerlo creaba desequilibrio al penetrar y en base a ello, tanto él como Tavares recibían faltas constantes. Otros 10 minutos escontados y 4 arriba al descanso.
Con el temor de las famosas pájaras caseras en los terceros cuartos, volverían a la cancha los actores de la trama. Un hombre aparecía como última resistencia rusa. Fischer, hasta ese momento poco participativo, se echaría el equipo a la espalda para, si era menester morir, hacerlo matando. Su energía fue una tortura para la defensa del Herbalife, que sumada a algunas pérdidas innecesarias, pondrían en alerta a los seguidores del grupo de Aíto García Reneses. Oliver entonces aportaría cierta templanza y unas gotas del elixir de Kuric calmarían la ansiedad. Los 10 minutos malditos quedarían atrás con el equipo canario aun mandando, aunque por la mínima, en el electrónico.
El último periodo solo serviría para prolongar la agonía de un equipo condenado. El Unics se deshilachaba por momentos, aunque un último arreón final los colocaría en posición de arrancar al menos la victoria de la honrilla. Ganar la batalla del partido tras ver enterradas sus opciones de vencer en la guerra que había sido la eliminatoria. 80 minutos, 40 en cada ciudad, controlados en todo momento por quienes alcanzarían el cielo. Pero ni eso. Los locales apretarían para que el triunfo parcial también quedara en casa, y así firmar una semifinal impecable. Minuto 40 y éxtasis amarillo.
Coreados por los aficionados que se resistían a abandonar las instalaciones, los gladiadores grancanarios volverían a la pista para darse un merecido baño de masas. Sabiendo que queda un último reto. El más difícil todavía. Un equipo con jugadores de renombre y talonario infinito. El Khimki espera. Moscú espera. Pero antes, el 24, el infierno será amarillo.
Como el sueño del que no queremos despertar. Un último paso, un último baile. Gran Canaria, el conjunto de las islas y España debe agigantar el hastag: #SoñamosAmarillo. En PDR ya lo hacemos. Y estaremos dentro de dos semanas ahí para contarlo.
Texto: @JacoCorrea
Fotos y vídeos: @Inmapd
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