Para toda una generación que nos movemos en la treintena la despedida de Kobe Bryant nos hace ver que el paso del tiempo ya no es algo exclusivo del futuro y si una realidad tan plausible como inevitable.
Tan lejos pero a la vez tan cerca quedan aquellos tiempos en que rodeados de acné y hormonas debatíamos sobre si Kobe era mejor o peor que los Iverson, McGrady o Pierce. El mismo tiempo fue haciendo caduco ese debate pues a base de records de anotación, reconocimientos y títulos, Black Mamba los fue devorando a todos hasta el punto de que solo Michael Jordan se quedaba como la única montaña imposible de escalar.
En estos momentos todo fan de la NBA respeta y admira la trayectoria de Kobe como quien respeta a un militar desarmado. Bien distinto fue cuando Bryant suponía una amenaza para todos sus rivales, con sus no siempre comprensibles formas y afán de superioridad.
Hemos vivido con él como si un miembro más de nuestra familia se tratase. Le vimos nacer en sus primeros años en la liga donde apenas le llegaba para alguna escasa titularidad para luego ver sus primeras calabazas cayendo derrotado en play-offs con actuaciones que podrían haberle marcado negativamente hasta el punto de generarle traumas insalvables.
Lejos de ser así pronto fue madurando, muy especialmente en aquella prórroga del cuarto partido de sus primeras Finales (2000) donde lidera a unos Lakers que no contaban con un O’Neal eliminado por faltas. Ese partido, esa personalidad, esa mentalidad ganadora me cautivó hasta el punto de ver nacer un referente. Era el 3-1 para la fiebre amarilla y su primer anillo. Vendrían dos más junto a una pareja con la que todo el mundo visualizaba una relación eterna. Pero la vida de las calabazas, de los desamores y sinsabores no es exclusiva de la adolescencia y tras no pocas discusiones su matrimonio con Shaq deparó en unos de los divorcios más sonados de este deporte.
El público señalaba a Bryant como el principal culpable de la separación y mientras su ex pareja encontraba rápidamente un nuevo y pasional romance de las manos de Wade, Kobe se pasó al onanismo pues las parejas que le buscaban (Kwame Brown,Chris Mihm, Jumaine Jones, Smush Parker, Brian Cook, Chucky Atkins, Tierre Brown…) no hacían otra cosa que acentuar su soledad.
En esa búsqueda de la felicidad, del yo interior, Kobe dejó no pocas páginas para la historia llevándose la palma los 81 puntos que le endosó a Toronto Raptors que dejó en anécdota el mítico final de tercer cuarto que reflejó un Más 61-62 Bryant. Era una época en que podía ganar partidos por si mismo pero los éxitos de las noches de pasión no llenaban su camino hacia la felicidad. Casi nadie creía que podría volver a optar a un título en esa versión de sí mismo.
Fue entonces cuando un día le dieron a conocer a un Pau Gasol que también venía de liderar equipos sin gran recorrido y, juntos, unieron fuerzas junto al hermano favorito de Kobe; Derek Fisher, un jugador incapaz de sacar lo mejor de sí mismo hasta ese momento; Lamar Odom y piezas bisagra como Ariza o Artest. Esa combinación coincidió con el mayor grado de madurez de nuestro protagonista que logró liderar y obtener un back-to-back que resituaba su historia en la liga mientras su ex pareja iba de cama en cama sin rumbo y viendo pasar sus últimos días sin opciones de un nuevo matrimonio. Kobe 5-4 Shaq. Muchos aun callan.
La edad y las lesiones marcan un epílogo que nos deja un palmarés que habla por sí mismo: 5 anillos de la NBA, 1 MVP de la RS, 2 MVP de las Finales, 17 veces All Star, 4 MVP del All Star, 11 veces en el mejor quinteto de la NBA, 2 veces en el segundo y otras dos en el tercero, 9 veces seleccionado en el mejor quinteto defensivo y tres en el segundo, 2 veces máximo anotador de la NBA, dos oros olímpicos, campeón del concurso de mates, tercer máximo anotador de todos los tiempos y uno de los dos jugadores (Chamberlain) en promediar más de 40 puntos durante un mes entero en dos ocasiones diferentes. Entre muchos otros records. Mito y leyenda.
Y más allá de todos estos números, Kobe nos deja una mentalidad ganadora solo antes vista en Jordan. Una mentalidad que, como Mike, le ha traído éxitos y críticas. Una de las principales diferencias entre ambos es que mucha gente ya no recuerda el camino de Jordan. La historia del mejor jugador de siempre viene recordada y narrada solo por sus éxitos omitiendo sus fracasos y sus años y años de críticas internas y externas así como malos momentos con sus compañeros. Mucho ojo con pragmatizar y enfriar los caminos de Jordan y Bryant pues pese a que el orden es indudable, las dimensiones no son tan grandes como las sensaciones y la narrativa nos quieren hacer saber.
Lo que es innegable y lo que ahora se va a discutir es la posición de Kobe en la historia del baloncesto. Eso irá a gusto del consumidor pero parece poco realista situarlo fuera de los 10 mejores de siempre.
Por capacidad de trabajo, profesionalidad, mentalidad ganadora, ambición, sacrificio y talento, pocos encontramos y encontraremos. 20 años de fidelidad a una franquicia, de querer demostrarse el mejor, de obtener casi todos sus retos individuales y colectivos, de embellecer el juego, de generar todo tipo de sentimientos en amigos y enemigos, de desconcertar, maravillar, tocar cielos e infiernos. Toda una vida que hemos tenido la suerte y el gozo de disfrutar.
Muchas gracias por amar y respetar este deporte como pocos han hecho. Gracias por engrandecerlo y elevarlo. Por recordarnos que uno se puede acercar a Jordan e incluso tocarlo. Dicen que fuiste una imitación. Ojalá todas las imitaciones de ti sean la mitad de lo que tú lo has sido de Mike. Solo entonces seguiremos recordándote y disfrutando de todo esto.
24 millones de gracias, Kobe!
Daniel Llera (@danibryant24)
Pasión Deportiva Radio
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